viernes, 22 de septiembre de 2006

EL SÍNDROME DE PARIS



Leo en La Vanguardia un artículo de Lluís Uría sobre el Síndrome de París. Hasta ahora conocía el Síndrome de abstinencia, el Síndrome pre-menstrual, el post-vacacional y hasta el Síndrome de Stendhal, pero era la primera vez que oía hablar de este peculiar “síndrome”.

Este síndrome lo padecen los japoneses, y sobre todo las japonesas durante su estancia en París, y sus síntomas son: alucinaciones visuales y auditivas, sensación de ser perseguidos, aislamiento, introversión… Se ve que cuando llegan a París su imagen de una ciudad de colores pastel, amable, culta y delicada choca con la dura realidad: unos parisinos mal educados, que los miran con desprecio, que gesticulan violentamente con las manos y alzan la voz… Nada que ver con su cultura que valora la cortesía, la formalidad y la discreción. Diagnosis: son personas que no logran adaptarse a una civilización tan diferente. Solución: la repatriación (es decir, no tiene solución).

Es sorprendente que una “enfermedad”, síndrome, llámalo como quieras, afecte en especial a una nacionalidad en concreto. Y no he podido evitar la imagen de la japonesita de piel blanca, tímida, de ojos esquivos, retraída sobre sí misma, frente a una francesita exuberante, mostrando su feminidad lasciva sin pudor (y una hermosa mata de pelo en las axilas) poniendo morritos y tirándole flechas asesinas a la japo.

Luego he reflexionado y he pensado que se puede llamar Síndrome de París y afectar al colectivo femenino japonés mayoritariamente, pero que también nosotros lo sufrimos, por ejemplo… en el trabajo.

Después de llegar de vacaciones, fresca como una rosa, con una sonrisa de oreja a oreja, con un montón de nuevas ideas y ganas de trabajar, organizar, disponer… basta un par de semanas para que el ambiente viciado del trabajo te afecte hasta tal punto de sentirte deprimida. Y, no sé como explicarlo, tampoco sé por qué pasa, pero aunque la mayoría de gente con la que trabajo es fabulosa, el edificio precioso y el trabajo me gusta… hay algo sutil, en lo que se dice y sobre todo en lo que no se dice; en lo que se enseña y sobre todo en lo que se oculta; en las miradas esquivas y en las de por encima del hombro… que te vuelves un poco paranoica y comienzas a pensar: algo he hecho, o no he hecho, o he hecho muy mal o demasiado bien… Nunca sabes que es, pero lo sientes, lo percibes, el aire pesa… Y por supuesto cuando haces la pregunta directa te salen directamente por la tangente.

Ya te habías olvidado de este juego maquiavélico que te absorbe las energías y te llena de mal rollo, pero que es inseparable del mundo laboral, de las relaciones humanas, y entiendo entonces por qué necesitaba unas largas vacaciones, y por qué estas me sientan tan bien. Mi mente descansa, los amigos me recargan las pilas, la familia me mima, el mar, el aire puro de la sierra… Diagnosis: persona que no se adapta a la fauna de arpías, víboras, lanzadores de cuchillos… Solución: ¿irme, como Heidi, a la montaña y, cambiando de fauna, criar cabras?

Etiquetas:

4 Comentarios:

Blogger Landahlauts said...

Es el problema que tiene crearse ilusiones con respecto a las cosas. Hay que tomarlo todo según va viniendo y así es más fácil adaptarse a todo. ¿No crees?
Es algo parecido a lo que pasa cuando te dicen de una película: "es buenísimas, es..." y claro, luego vas tú, la ves y dices: "pos sí... nos tá mal..."


Es que, a mí lo de montaña y las cabras. Las cabras... tienen pelo, ¿verdad? y ¿garrapatas?

viernes, septiembre 22, 2006  
Blogger José Luis said...

¿Quiere decir eso que finalmente vas a montar la Casa Rural? Yo tengo un par de inmuebles avistados "con muchas posibilidades" (reales).

Lo mejor para combatir el síndrome de París, es lo que mi amigo Gurb y yo llamamos el Síndrome Paul Auster.

Besos.

viernes, septiembre 22, 2006  
Anonymous Anónimo said...

Joer con Auster... pues lo mejor para el síndrome de parís es evitar la ciudad... o una vez allí, ir con la mirada teledirigida para no absorber mucha información de golpe no???????
pero qué ibas a hacer tú dos semans después en las montañas??? ibas a echar de menos a las arpías, que seguro que estás desentrenada pero les tienes cogido el punto!!!

lunes, septiembre 25, 2006  
Blogger Marisabel said...

Landahlauts, es que mi estado natural es el de emocionada, hasta para hacer una tortilla francesa, si no le pongo chispa a las cosas me aburren y me deprimo...

Seluí, me suena lo del síndrome de Paul Auster, pero no me acuerdo en que consistía, me lo explicas?

Ros, para combatir a las arpías te tienes que transformar en una de ellas, y eso desgasta mucho. Por otro lado tienes razón, soy una urbanita crónica y echaría de menos la multitud, sentarme en un café a observar a la gente anónima que viene y va, el cine, el teatro... es mi terápia contra las arpías (por eso me resisto a abandonar la ciudad)

lunes, septiembre 25, 2006  

Publicar un comentario

<< Home