martes, 23 de noviembre de 2010

¿SOMOS LO QUE COMEMOS?


Leo el artículo de Ferran Adrià en El País Semanal sobre las diferentes dietas en el mundo titulado “la vuelta al mundo en 80 dietas” y leyéndolo no puedo dejar de pensar en muchas cosas que me hacen reflexionar sobre el tema en cuestión: el alimento del cuerpo.

Me sorprenden muchas cosas: que la dieta de una modelo (que se priva voluntariamente de muchas cosas por cuestiones cuestionables, valga la redundancia) sea 600 calorías mayor que la de una pastora masai que sólo desayuna y cena tras una dura jornada de trabajo cuidando del rebaño y de sus 7 hijos; qué una adolescente de 16 años (en pleno crecimiento y apoyada por su madre) sacrifique su alimentación por su profesión y que sólo ingeste 1.700 calorías al día y ni siquiera cene después de una actuación, cuando más gasto de energía tiene, mientras una madre británica sea incapaz de controlar la ingesta de comida basura, repercutiendo en su salud y en la educación de sus hijos; que una señora vegetariana estricta se tome su propia orina para desayunar porque decide que, lo que sabiamente desecha su propio cuerpo, le aporta beneficios curativos y espirituales…

Me surgen un millón de dudas: la gente que no puede elegir, como la pastora masai, no es lo que come, si no lo que puede comer, no es lo que le gustaría ser, sino lo que le toca ser, no tiene las mismas oportunidades que alguien que nació en un país donde el hambre no es un problema…

Es verdad que la globalización, como dice Ferran Adrià, existe en la cocina desde hace mucho tiempo (que sería de Europa sin las patatas que trajimos de América, o de Italia si Marco Polo no hubiera importado la pasta desde China, o del chocolate que los mayas tomaban con chile si los españoles no le hubiéramos dado un toque de azúcar…) pero, ¿por qué no utilizar esa globalización para erradicar el hambre en el mundo, para integrar culturas en los países donde la llegada de inmigrantes genera racismo?.

Me da vergüenza al pensar que con la misma edad y altura que Noolkisaruni, la pastora masai, peso casi 20 kilos más y me quejo de que estoy gorda y me propongo cada semana empezar un dieta que nunca sigo más de cuatro días…

Si después de trabajar todo el día sentada frente a un ordenador, aguantando las estupideces del jefe y las puñaladas traperas, pero con cariño, de los compañeros, los encajes de bolillos para llevar a los niños al colegio, recogerlos a tiempo para llevarlos a inglés, a piano, a… cualquier cosa que los entretenga… llegara a casa y lo más dulce que me dijera mi marido fuera ¿cómo están las vacas?... Sinceramente: ¡creo que me comería una!.

lunes, 7 de junio de 2010

La Jacaranda


La jacaranda fue traída a Sevilla desde Sudamérica para la exposición de 1929.

Al ser un árbol del hemisferio sur había expectación por saber si florecería en la primavera austral o en la nuestra, la boreal. Cual fue la sorpresa que la jacaranda floreció dos veces, de marzo a mayo y de septiembre a noviembre (primavera en el hemisferio sur).

¿Cuántas veces florece el amor en nuestras vidas?: ¿Una sola vez? (Teoría de la media naranja); ¿todas las veces que uno se proponga? (Teoría de la promiscuidad); ¿un par de veces? (Teoría de la segunda oportunidad).

En cualquier caso la primavera vuelve cada año, y para la Jacaranda, dos veces.

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lunes, 16 de marzo de 2009

EMBRIAGADOS


Hace ya 5 meses que Jose se vino, por fin, a Sevilla y 3 que vivimos en nuestro apartamentito en pleno barrio de Santa Cruz.

El tiempo pasa muy deprisa, más si cabe cuando eres feliz. Trabajamos mucho y nos vemos poco. A veces me siento Lady Halcón: cuando llego a casa Jose está dormido y cuando me levanto por la mañana él ya se ha marchado.

Pero las tardes que coincidimos en casa disfrutamos del centro y salimos a pasear por las calles transitadas por turistas con mapa; por las cientos de Iglesias con olor a incienso y sonido a campanas, ya preparadas con sus mejores galas para la Semana Santa; por sus callejuelas con inscripciones en árabe y perfume de azahar. Y nos sentimos como si estuviéramos eternamente de vacaciones, en una suite de hotel en pleno centro…

Y queremos hacer muchas cosas el fin de semana: viajar, conocer Andalucía, ir a la casa del pueblo a descansar, a la playa, visitar Barcelona… pero esta ciudad te atrapa, como en una especie de hechizo te embriaga y el deseo de salir se aleja lentamente, se hace inalcanzable, como en los sueños que caminas hacia un lugar y nunca llegas…

Al atardecer subo a recoger la ropa a la azotea y me quedo absorta las horas contemplando la silueta iluminada de la Giralda, con la veleta que le da su nombre apuntando hacia las nubes rosas de un cielo crepuscular, como los que pintaba Murillo .

Y mi vida anterior sigue guardada en cajitas en un desván…

viernes, 12 de septiembre de 2008

Historias de Sevilla





El convento de Santa Inés
fue fundado por Doña María Coronel,
que lo levantó en el lugar donde
se ubicaba la casa de su amado.

Después de mi vuelta de vacaciones y del jet lag emocional que me produce siempre la pérdida de Jose, aún esta vez sin ni siquiera haberme movido, decido tomármelo con calma, dejar de lado las torturas psico-profesionales a las que tengo por costumbre someterme y adentrarme en Sevilla la nuit, con el propósito de entretenerme y no pensar en la terrible desdicha que me asola. Porque dentro de mis muchísimos defectos, tengo el de recrearme tejiendo el dolor de la ausencia y ahora que conozco las virtudes del pensamiento positivo, he decidido transexuarme de Penélope a Ulises y aventurarme por los mundos desconocidos de esta ciudad de misterios incomprensibles y leyendas añejas.

Semanita de Película interruptus (por la lluvia) en un improvisado cine de verano; baño flamenco de multitudes en una abigarrada plaza de San Francisco anfitriona de la Bienal de Flamenco; jueves de exposición tecnológico-arquitectónica con cortador de jamón y fino incluido…

Muy cansado el ajetreo, sí, una tiene ya una edad en la que las noches “gambiteras” son contraproducentes para su salud. Pero aunque no me sirva para culturizarme (cosa que ingenuamente durante mucho tiempo creí), ni siquiera para sociabilizarme (los sevillanos son muy acogedores si vas de turista ocasional, pero no pretendas sacarte el bono de temporada), sí que es una experiencia enriquecedora para nutrirme de historias que contaros en este blog!

Y es lo que vengo a contaros después de esta “breve” introducción.
Pues resulta que la sala de exposiciones de Sta. Inés, sita en la calle Doña María Coronel nº 5, donde el Ayuntamiento y la Consejería celebran exposiciones de arte contemporáneo, es propiedad de las monjitas del convento de Sta. Inés, con las que comparten un patio pequeñito, con un inmenso ciprés, desde el que a veces, los “modernos”, escuchan los cánticos de las monjas mezclándose con las performances y las instalaciones psicodélicas del arte pop. Sevilla ciudad de contrastes.

Cuentan los “seguratas” que por la noche las monjitas visitan las exposiciones y que una vez se quejaron de un cuadro con un impúdico desnudo y tuvieron que quitarlo de la exposición.

¿No os parece fantástico?
Me imagino a esas monjitas con sus hábitos, sayos y rostrillos, cruzando a hurtadillas el patio que separa su clausura de la contemporaneidad, como revuelo de pájaros negros, y recorriendo las salas entre risas cándidas, sorprendida su mirada barroca, nutrida de imágenes y retablos dorados, por el irreverente, provocador, a veces absurdo y casi siempre incomprensible, Arte Contemporáneo. ¿Quién no querría captar en una foto ese momento?

Pero lo mejor de todo es que las, tan de moda, visitas nocturnas y “Noches Blancas” (esas en las que se puede visitar los museos y participar en todo tipo de actividades culturales durante toda la noche), posiblemente, y sin ni imaginárselo siquiera, las inventaron ellas!

jueves, 17 de julio de 2008

TENED COMPASIÓN DE MÍ, AL MENOS VOSOTROS MIS AMIGOS



Esto es lo que leo de camino al trabajo, después de dejar el autobús en la plaza Ponce de León, atravesar el embudo de humo y coches hasta la plaza de San Pedro y aliviarme el olfato con el olor a dulces recién hechos de las monjas del convento de Santa Ángela de la Cruz.

Allí está pintado en azulejos de cerámica, el cielo arriba y el infierno, con sus almas condenadas, abajo con esta frase escrita.

Hace mucho que no escribo, han sido ocho meses que han pasado deprisa y en los que no he querido parame a pensar, a reflexionar.

Ahora que se acerca el verano, miro hacia atrás y no puedo evitar hacer la reflexión, que llevo tanto tiempo evitando, ante el cambio de mi vida.

Este cambio ha sido muy positivo para mi vida profesional. Me enfrento a nuevos retos en los que poner en práctica tanto mis conocimientos teóricos como mi experiencia. He conocido a gente nueva con otras trayectorias profesionales e ideas que me han enriquecido. Y sobre todo la satisfacción de sentir que con ganas y con mi trabajo, pero sobre todo confiando en mí, puedo llevar a cabo todo lo que me proponga. Por fin tengo la excitación de los valientes después de tanto tiempo sintiendo el miedo de los cobardes.

A nivel personal he podido disfrutar de mi familia: de mis padres, de mis hermanos, de mis sobrinos… Cuando estás lejos y te crees una super woman autónoma e independiente, no te das cuenta de lo mucho que realmente los necesitas. No el hecho de estar con ellos, pero sí saber que están cerca, que en cualquier momento puedes ir a verlos, tomarte una café, salir de compras o simplemente pasar el fin de semana en la casa del pueblo con ellos. No hace falta ni hablar, ellos saben siempre lo que necesitas… y yo me dejo mimar.

También vuelves a recuperar a antiguas amigas, amigas de siempre, que siempre han estado ahí y te das cuenta que nunca has estado sola.

Pero pese a todo lo bueno que me está pasando este año, no hay nada que llene el vacío de Jose. Echo de menos mi casa, Barcelona, mis amigos de allí… pero lo peor es no compartir la rutina del día a día con él. Tanto es así, que a estas alturas de mi viaje me planteo si ha merecido la pena perder ni un solo segundo a su lado, si realmente tu carrera profesional merece prescindir, ni siquiera temporalmente, de lo imprescindible. Me pesa la insoportable soledad de no tenerte, inmensa, insaciable. La arrastro como una losa atada a mis pies. Me pesa el tiempo perdido sin estar a tu lado, tanto, que obnubila todo lo demás.

lunes, 10 de marzo de 2008

Cuando florece el azahar empiezan las grandes fiestas de Sevilla: la Semana Santa y la Feria.

La ciudad se convierte en pasarela de lujosos, extremados y casposos modelitos. Señoras tocadas, visones, trajes de chaquetas y corbatas, niños ataviados con pantaloncitos cortos y niñas con minivestidos y maxilazos.

¿Hace el hábito al monje? Parece ser que no, que no es oro todo lo que reluce. Como los hidalgos venidos a menos del s. XVII, que se ponían migas de pan en la barba para que la gente pensara que habían comido, la mayoría es sólo apariencia. El deseo de pertenecer a un grupo exclusivo hace que lo inviertas todo en este aparentar. Pertenecer a ese grupo selecto de la aristocracia sevillana cueste lo que cueste, es objetivo común de todo sevillano de bien que se precie. Porque en Sevilla no eres nadie si no eres hermano mayor de una hermandad o camarera de una de las decenas de vírgenes sevillanas.

Y es que está tan bonita Sevilla, tan hermosa, blanca de azahar, roja de pasión religiosa, embriagada de incienso y brillante reflejada en las aguas de su río, que nada existe más allá de esta ciudad. Los problemas del mundo, las elecciones, la subida del euribor… nada importa más que hacerse todos los besamanos y besapies de vírgenes y nazarenos, que ataviarse con las mejores galas y con el porte más erguido y pasearlo por las Iglesias y cafeterías mirando por encima del hombro a los turistas desaliñados con sus pantalones cortos y sus chanclas y excluyendo a los excluidos, aquellos que, al no pertenecer al grupo selecto lo critican con saña evidenciando la rabia innata de la exclusión.

Tal vez Sevilla no haya evolucionado desde el siglo XVII, y se siga creyendo el ombligo del imperio, receptora del oro y bienes de las Américas. Aunque más bien, como diría el escorpión del chiste, es su carácter. El sevillano es exhibicionista por naturaleza, nos gusta que nos miren, más aún, que nos admiren, pero ojo! que no nos toquen las tradiciones.

Queridos amigos, me veo, muy a mi pesar, lejos de ni siquiera rozar esa élite con solera, abducida, poco a poco, por el grupo de envidiosos y rencorosos de los eternos rechazados. Y es que Sevilla se mira, pero no se toca.

jueves, 6 de marzo de 2008

Hyperthymesia


Hace un tiempo leí un artículo sobre la Hyperthymesia: la incapacidad para olvidar que te mantiene inexorablemente atado a tu pasado.
Hablaba de que la gente que lo padecía es capaz de recordar todos los detalles de cualquier día de su vida, incluso los más triviales. Y no sé por qué me pareció una verdadera maldición.
Entonces me acordé de mi abuelo, que tenía una memoria increíble, y de como recordaba cuando entró con cinco años en la que ahora es mi casa del pueblo y que entonces era la de mis abuelos paternos, o más bien el proyecto de lo que sería la casa, porque me contaba mi abuelo que la estaban haciendo, allá a principios de los años 20. Recordaba que fue con su madre e incluso lo que había comido aquel día, que ahora yo soy incapaz de recordar. Mi memoria selectiva sólo recuerda lo que me impresionó que se acordase de aquel dato, no el dato en sí. Curiosamente, mi abuelo nunca me pareció un hombre atado al pasado, sino un hombre curioso, al que le gustaba viajar, charlar con la gente y conocer cosas nuevas.
De todas maneras, por suerte, la mayoría tenemos una memoria selectiva que nos hace olvidarnos de casi todo, y al final, incluso de las peores etapas de tu vida, acabas recordando sólo los buenos momentos.