martes, 8 de mayo de 2007

Terapia de la risa (Humol amalillo)

Porque de vez en cuando es buenísmo partirse de la risa con cosas tan tontas como estas...


... sobre todo cuando vas tan estresado que se te olvida hasta sonreir!

martes, 1 de mayo de 2007

Crónica futbolística

Son la tres de la tarde. Como cada día me llama mi chico. Me propone ir al fútbol. No me gusta nada el fútbol. Intento convencerle para que vaya con un amigo, con su padre, con su cuñado… “Si conmigo te vas a aburrir, que yo soy muy sosa y no me emociono con los goles, tú sabes que no me gusta el fútbol.” Pero se empeña en que vaya con él: “Ya verás, que te lo pasarás bien, es la semifinal de la UEFA (o algo así), será divertido, y seguro que sacas tema para un post en tu blog”. Finalmente accedo. El piensa que me ha convencido con su oratoria. Yo dejo que piense que me ha convencido con su oratoria. Sé que le hace ilusión y en un acto heroico decido hacer este sacrificio por amor.

No nos da tiempo de ir a casa a cambiarnos así que voy monísima de la muerte con mi vestido azul y mis manoletinas y mi bolso a juego. Mi chico compra una bufanda de su equipo y me la pone para presumir de chica aficionada. Yo me dejo, porque de esta forma desentono menos, y por que me va a juego, que también es azul.

Llegamos a los alrededores del campo y una marabunta de tíos gritando y cantando nos lleva a su antojo como las olas del mar. Observo con atención el espectáculo. Como no dejan entrar bebidas alcohólicas al campo se las llevan puestas. En tiempo récord, y vigilados por la policía, se beben todo el arsenal que llevan. Qué digo yo, que es lo mismo emborracharse viendo a su equipo, que ir borracho a ver a su equipo. Pero se ve que no, que hay una sutil diferencia que yo, no entendida en la materia, no capto. Mi chico me coge de la mano, para no perderme y nos adentramos contra marea, viento en popa y a toda vela, en dirección a las taquillas: Dios mío cuanta testosterona suelta!

Después de dos o tres encuentros con la reventa llegamos a las taquillas y conseguimos dos entradas en el gol sur, justo encima de los hinchas ultra que arman bronca: FE-NO-ME-NAL!

Entramos por la puerta ocho, que como es por la que entran los hinchas ultras es la que tiene más seguridad y la que va más lenta. Rodeada de cuerpos sudorosos con olor a cerveza consigo pasar el primer embudo. Una chica pide a gritos que le cachee el mosso que esté más bueno. Suerte que es un ambiente festivo y todo el mundo ríe.

Por fin dentro, el partido comienza. Aplausos, cánticos, gritos… así debía de ser en el circo romano!: “¡¡¡Qué suelten ya los leones!!!”

Mi chico entra en trance, se transforma, se convierte en uno de ellos. Empiezo a arrepentirme de haber venido: “¡Pero si yo nunca he sido una heroína! ¡Qué hace una chica como yo en un sitio como este!” Suerte que me he traído un libro, y disimuladamente lo saco del bolso y me pongo a leer tranquilamente la “Metafísica de los tubos”. Noto que los que tengo a mi alrededor me miran mal: Me doy por aludida y aplaudo cuando meten un gol y me levanto cuando hacen la ola. El de al lado no para de soplar una bocina infernal que te queda sorda. Pienso en pedirle, amablemente, que baje la voz, por favor, ¡que estoy leyendo! Pero en un ataque de lucidez decido desistir en mi empeño y me limito a dedicarle una maliciosa mirada con puñales asesinos. Ni por esas, ¡no para de tocar el puto pito! ¡Así no hay quien se concentre!

Los vecinos de abajo, los hinchas ultra, se pasan todo el partido desplegando y plegando una bandera, que les tapa completamente, dirigidos por uno que lleva un altavoz y que a gritos comienza los cánticos y les dice lo que tienen que hacer, vamos el juego de “mamá pato y sus patitos”. Pues esos, al igual que yo, no han venido a ver el partido! Una voz dentro de mi me dice: “si no quieres ser como esos… lee!”. Y sigo con mi libro, una historia de un bebé que se creía Dios, que en realidad es la autobiografía de Amélie Nothomb, una belga que pasó su infancia en Osaka, os lo recomiendo!

De pronto otro gol!, y el señor que está justo delante de nosotros, y al que no conocemos de nada, se gira y se agarra a mi marido en un efusivo abrazo. Me quedo absorta mirando la escena: los dos votando y gritando afónicos GOOOL! (y luego dicen que leo cosas surrealistas!).

Por fin acaba el partido: 3 a 0. Oh no! Me lo estoy viendo venir: mi chico piensa que doy suerte y a partir de ahora me llevará al campo, cual amuleto gigante, cada vez que juegue su equipo.

Estoy perdida! Maldita la hora en la que decidí ser una heroína por amor!.