jueves, 17 de julio de 2008

TENED COMPASIÓN DE MÍ, AL MENOS VOSOTROS MIS AMIGOS



Esto es lo que leo de camino al trabajo, después de dejar el autobús en la plaza Ponce de León, atravesar el embudo de humo y coches hasta la plaza de San Pedro y aliviarme el olfato con el olor a dulces recién hechos de las monjas del convento de Santa Ángela de la Cruz.

Allí está pintado en azulejos de cerámica, el cielo arriba y el infierno, con sus almas condenadas, abajo con esta frase escrita.

Hace mucho que no escribo, han sido ocho meses que han pasado deprisa y en los que no he querido parame a pensar, a reflexionar.

Ahora que se acerca el verano, miro hacia atrás y no puedo evitar hacer la reflexión, que llevo tanto tiempo evitando, ante el cambio de mi vida.

Este cambio ha sido muy positivo para mi vida profesional. Me enfrento a nuevos retos en los que poner en práctica tanto mis conocimientos teóricos como mi experiencia. He conocido a gente nueva con otras trayectorias profesionales e ideas que me han enriquecido. Y sobre todo la satisfacción de sentir que con ganas y con mi trabajo, pero sobre todo confiando en mí, puedo llevar a cabo todo lo que me proponga. Por fin tengo la excitación de los valientes después de tanto tiempo sintiendo el miedo de los cobardes.

A nivel personal he podido disfrutar de mi familia: de mis padres, de mis hermanos, de mis sobrinos… Cuando estás lejos y te crees una super woman autónoma e independiente, no te das cuenta de lo mucho que realmente los necesitas. No el hecho de estar con ellos, pero sí saber que están cerca, que en cualquier momento puedes ir a verlos, tomarte una café, salir de compras o simplemente pasar el fin de semana en la casa del pueblo con ellos. No hace falta ni hablar, ellos saben siempre lo que necesitas… y yo me dejo mimar.

También vuelves a recuperar a antiguas amigas, amigas de siempre, que siempre han estado ahí y te das cuenta que nunca has estado sola.

Pero pese a todo lo bueno que me está pasando este año, no hay nada que llene el vacío de Jose. Echo de menos mi casa, Barcelona, mis amigos de allí… pero lo peor es no compartir la rutina del día a día con él. Tanto es así, que a estas alturas de mi viaje me planteo si ha merecido la pena perder ni un solo segundo a su lado, si realmente tu carrera profesional merece prescindir, ni siquiera temporalmente, de lo imprescindible. Me pesa la insoportable soledad de no tenerte, inmensa, insaciable. La arrastro como una losa atada a mis pies. Me pesa el tiempo perdido sin estar a tu lado, tanto, que obnubila todo lo demás.