jueves, 23 de noviembre de 2006

Caminante











Camino siguiendo los ríos de lluvia por las aceras.
Cuando el agua desaparece tragada por las alcantarillas, yo sigo.
Los adoquines grises de las calles brillan mojados y
una bolsa de golosinas vacía navega rumbo sur
mientras los niños juegan en los charcos.

Sigo a mis pies a donde me lleven.
Sorteo las piedras, los coches, los agujeros del camino…
Aunque intento esquivar los charcos me mojo los calcetines y
al llegar a la encrucijada dudo, pero al final dejo que el corazón me guíe.

De vez en cuando me paro y miro con nostalgia el camino recorrido.

El día es largo, estoy cansada, pero reconforta encontrarse a algún amigo.
Me pregunto si me habré equivocado de calle, pero sigo.
Detrás de mi los caminos que otros han escogido.
Delante de mi, muchas calles por las que no pasaré nunca.

A veces voy tan deprisa que me pierdo la belleza del paisaje;
las conversaciones importantes;
los ojos de la gente.

Sólo miro mis pies, mis pies acomodados en mis zapatos,
mientras sigo preguntándome adonde voy y si me habré equivocado de camino.

Etiquetas:

viernes, 10 de noviembre de 2006

vidas secretas


Marta es una directiva de una empresa del sector químico. Es una brillante profesional, sabe hacer valer su autoridad en un mundo, como la dirección empresarial, donde priman los valores masculinos. Además de sobradamente preparada, es joven, guapa y simpática. Sabe como meterse en el bolsillo a los viejos directores de la antigua usanza y mantener a raya a los directores jovencitos ambiciosos. Sus jefes están muy contentos con ella y piensan seguir promocionándola.

Marta se siente sola. Tiene una historia desde hace años con un hombre casado que le promete que dejará a su mujer pero que nunca lo hace. Adapta sus vacaciones a las de él, pero la mayoría de veces la deja plantada con la excusa de que tiene que hacerse cargo de sus hijos. Al final siempre pasa las vacaciones sola, frente a un vaso de güisqui en un apartamento de cualquier ciudad, esperando que llegue el lunes para ir a trabajar.

Miguel es el hombre perfecto. Cuando llegaron los niños decidió dejar su trabajo y hacerse cargo de ellos y de las tareas de la casa. Es la envidia de todas las amigas de su mujer. Cocina de maravilla, es cariñoso, atento, divertido y además está como un tren. Sus hijos le adoran y su mujer se siente muy afortunada de tener un marido como él.

Miguel vive atormentado una vida que no es la que él hubiera elegido. Desde adolescente se siente atraído por los hombres y desde entonces se ha negado a reconocerlo. Una y mil veces se ha repetido que él no es homosexual. Se casó con la chica más guapa del instituto; se apuntó a todos los deportes que a él le parecían más masculinos; incluso bromea sobre el lado femenino de los hombres. Pero en el fondo envidia a sus amigos gays que se han atrevido a vivir su vida y no una prestada.

María duerme en la calle. En verano un banco de alguna plaza es un buen sitio para disfrutar de las estrellas. En invierno intenta colarse en algún cajero para resguardarse del frío. Antes la vida en la calle era más fácil. Ahora el frío no es su peor enemigo. Hay grupos de jóvenes que se divierten insultándola o incluso agrediéndola. Familias que pasean los domingos y que les dicen a sus hijos que no se acerquen a ella. Guardias que quieren ocultarla porque desmerece la belleza de la ciudad.

María sueña con su juventud. Sus días en la facultad, sus conversaciones sobre política, las fiestas… Sueña cuando conoció a Ramón y lo ve con su melena larga, su chaqueta de pana y los libros bajo el brazo. Recuerda su sonrisa y sus ojos brillantes tras las gafas. Del día que se casaron sólo recuerda que todo le daba vueltas y que acabó con su vestido blanco tendida en la cama de aquel hotel. Recuerda cuando dejaron su país porque a Ramón lo ascendieron y su casa nueva, con aquellos techos altos y molduras en la puertas. Y entonces ve a Ramón que se gira y sonriendo le pide que vaya con ella.

Etiquetas:

miércoles, 1 de noviembre de 2006

fotopalabra IV

panorámica
Desde el café veo la gente pasar. Gente con prisa, gente de paseo, gente pensativa, gente preocupada, gente alegre… Alguien me sonríe cuando le sonrío. Algunas hablan, gesticulan y ríen con el teléfono en la mano. Otros me miran sin verme, absortos en sus pensamientos, mientras pienso: cuantas vidas a la vez en un momento. Imagino sus trayectorias: hacia el trabajo, hacia su casa, hacia un encuentro con un amigo, con un amante… De pronto, como en un cómic, se abren bocadillos pensativos sobre sus cabezas y leo: “¿qué ha querido decir con “hasta luego”?”; “¡Ahora que se han acabado las clases no sé que voy a hacer con los niños!”; “Sí, sé que le gusto, sus ojos me lo han dicho”; “ Iré a por todas, este cabrón no me va a quitar mi oportunidad”; “Tengo que poner una lavadora porque ya no me quedan bragas”…

Etiquetas: