lunes, 2 de julio de 2007

Selena que estás en los cielos

Siento ser tan pesada con lo del sentido de la vida, pero supongo que estoy en una etapa de mi vida en la que necesito reflexionar. Quiero hacer un alto en el camino y pensar en todas las cosas que he vivido, las cosas que he conseguido, también las que perdí en el camino, y plantearme qué quiero hacer con mi futuro. Como cuando caminas por una montaña y antes de perderte en el bosque o bajar por la otra ladera, miras hacia atrás un instante, disfrutas del paisaje, coges aire y sigues tu camino sin volver la vista atrás, como escribió Machado.

Y no sé por qué ahora, tal vez porque he tenido mucho trabajo este año, he hecho muchas cosas y muy deprisa, casi sin pararme a pensar en lo que hacía, poseída por la inercia de los días. Tanto en el trabajo, como en mi vida personal he ido apagando fuegos y ahora que todo se ha frenado llega el tiempo de la reflexión.

Tal vez porque he descubierto que a veces planificarte no significa que consigas tu objetivo, o porque a veces haces las cosas que les gusta a los demás, o que crees que son las que tú quieres hacer… pero en el fondo sabes que tú no hubieras elegido eso.

Tal vez, de más joven te haces una idea de lo que te gustaría conseguir y de cómo serías feliz, y cuando lo consigues descubres que no era eso lo que querías. Como cuando te hablan de una película muy bien, o de la nueva película de tu director favorito y te mueres por ir a verla, y cuando la ves piensas: pues no es para tanto y te sientes defraudada.

Y te das cuenta que la gente que tiene “éxito” profesional, o personal, a veces no es feliz, pero no quiere reconocerlo porque es como aceptar un fracaso, después de todo el tiempo y esfuerzo invertido. Pero, ¿acaso no es mejor reconocer que nos hemos equivocado y empezar de nuevo que seguir eternamente equivocado?

Llega a mis manos un artículo publicado en el magazine de La Vanguardia del 17 de junio, y que en su día no leí, titulado “Cambio de vida: la utopía es posible”, donde varias personas cuentan como siendo profesionales de éxito decidieron cambiar totalmente el rumbo de su vida porque no se sentían a gusto. Lo leo y pienso “qué valientes, yo nunca podría hacerlo”. Y descubro que la psicóloga Cristina Llagostera dice que “todo se resume en encontrar el sentido de la vida”. Qué curioso, justo lo que me preguntaba yo hace un par de semanas: cual era el sentido de la vida, de mi vida. Y dice que los que optan por un cambio radical en sus vidas se dividen en tres tipos: Los que quieren disfrutar de sí mismos y buscan tiempo para conocerse mejor, para nutrirse de vivencias y realidades nuevas; los que están dispuestos a vivir para los demás, y sienten la necesidad de ayudar y crear un mundo menos injusto; y los que huyen, porque no les satisface su realidad y con esto evitan enfrentarse a la verdad de su problema que a veces ni siquiera conocen.

Me reconforta leer que no es fácil tomar esta decisión, me siento menos cobarde, y viendo que ninguno de los posibles detonantes que ella cita encaja conmigo (una separación sentimental, la muerte de un ser querido, un mal ambiente en el trabajo, una enfermedad… ) me pregunto que es lo que me empuja a esta necesidad intensa e incontrolable de un cambio inminente en mi vida.

Os dejo con una canción de Selena, “No me queda más”, que en la cima de una carrera fulminante de éxitos fue asesinada de un tiro en la espalda a los 23 años por su amiga, y presidenta de su club de fans. Moraleja: “Carpe diem”