lunes, 24 de abril de 2006

Sant Jordi

La primavera

La flores han
florecido y el
sol está amarillo, la
felicidad y
la amistad han
venido, ¡y la
primavera ha nacido!.
Si buscas el amor,
en primavera lo
encontrarás en
tu corazón.

Paula Calderón Sánchez




Para mí es la fiesta más bonita que tiene Barcelona. La ciudad se engalana con rosas y libros (millones de rosas, millones de libros) y se transforma en un gigantesco poema visual, como los de Joan Brossa.
Todo se inunda de colores: los puzzles mondrian de las “paradetes”, el hormigueo humano de Las Ramblas, Paseo de Grácia, Portal del Ángel..., las librerías invadidas por cientos de personas en busca del libro perdido... y todo envuelto en el rojo y amarillo de la “senyera”.
En Catalunya es el día de los enamorados, ellos regalan una rosa y ellas un libro. Aunque ahora nosotras exigimos libros y también regalamos rosas. Siempre me pareció muy romántico unir amor y libros, tal vez porque me encantan los libros y porque todos ellos me hablan de amor: de amor a las personas, de amor a la naturaleza, a la ciencia, a la filosofía ... Incluso las historias desesperadas, misteriosas o reivindicativas son suplicas de amor.
Aunque, curiosamente, es el peor día para buscar un libro, para pararte a leer la reseña tranquilamente esperando que te seduzca, quizás tomando tranquilamente un café en una de estas librerías-café que están tan de moda y que tanto me gustan. Es imposible caminar por las calles convertidas en rieras humanas. Imposible entrar en una librería con una rosa en la mano y en la otra la (mano) de tu chico. Imposible encontrar el libro que justo la semana antes habías visto en la misma estantería que ahora rebosa de best sellers y libros de escritores mediáticos. ¿Puede una fiesta morir de éxito?
¡Y qué decir de la “Caza y captura del Escritor”!. A mí ya me cuesta quedarme con los nombres, pero con las caras, la mayoría desconocidas, de los escritores: Misión Imposible. Es mi chico, que es el Libro Gordo de Petete y que lo sabe todo sobre libros, sobre música, sobre tele, sobre todo... (lo siento por vosotros pero aún no tiene blog) el que me va diciendo - Mira, Eduardo Punset!, Ah! y ahí está Fernando Schwartz!. Y esta es Carmen Riera... Yo conocí a Andreu Buenafuente, al doctor Estivill y a Antonio Gala, por este orden, bueno, he de confesar que había un letrero gigante que lo anunciaba. Es curioso que la gente haga cola para llegar al escritor y pedirle un autógrafo. ¿Por qué resulta tan excitante?, ¿acaso pensamos que se nos pegará algo?, ¿que por intercambiar unas palabras: -¡Hola, me firma su libro!/ ¿A nombre de quien quieres la dedicatoria?/ A nombre de Fulanito/ Con cariño en el día de Sant Jordi. E. de Escritor/ FIN -, conoceremos a la persona?. Pienso que más que fans de la lectura somos más bien fetichistas: “Tengo la primera edición de “Ligero de equipaje” de Ian Gibson firmada por el autor”, (que por cierto, la tengooooo!!!). Y yo, que no tengo ídolos, ni nunca fui fan incondicional de nadie (Mecano a parte, claro), este año sucumbí al famoseo, que no, por ser de escritores, me hace más intelectual. Aunque ya me gustaría a mí que hubiera un programa tipo “Aquí hay tomate” o “Salsa rosa”, dedicado, no a ellos, sino a sus libros, a su narrativa, a su método... Porque, al menos a mí, me quedan los libros, a veces el escritor (I’m sorry), hasta se me olvida. Sí que hay escritores que te gustan más como escriben o te interesan más los temas que toca. Pero yo me enamoro de un libro, de una historia, y lo leo una y otra vez. Mi récord está en 5 veces “La insoportable levedad del ser” y nunca más me leí otro libro de Milan Kundera, aunque lo intenté. Pero ahí está el poder de un buen escritor, llegar a ti como un desconocido y tocarte la fibra sensible. Alguien que sin conocerte comparte lo más íntimo de ti. ¡Cuanto lloré leyendo “La voz dormida” de Dulce Chacón!. Y cómo me reí con “El per què de tot plegat” que fue mi primera lectura en catalán. El humor irónico y absurdo de Quim Monzó me hace mucha gracia, nunca dejo de leer sus artículos en La Vanguardia. Una vez (me acabo de dar cuenta que Sant Jordi 2006 no ha sido la única vez que he sucumbido al famoseo) presentaba su libro “El millor dels mons” en la Casa del Llibre y le pedí que me lo dedicara. La emoción me hizo hablar como una cotorra y le expliqué que era de Sevilla pero que vivía en Barcelona y que el primer libro que leí en catalán fue “El per què...” y bla, bla, bla... y él me miró como si estuviera inmerso en una de sus historias surrealistas (¡¿pero de dónde ha salido esta y que me está contando?!), y a mil tics por hora me dijo.- “Ho sento molt” (lo siento mucho), y a mí me entró la risa nerviosa. Pues sí, he descubierto que me emociono con estas cosas, y este Sant Jordi, mi santo y yo nos hemos entregado en cuerpo y alma. Porque los dos somos coleccionistas, Jose de música, de guías de viajes, de postales... yo de libros. Me contengo porque ya no tengo más librerías ni sitio donde ponerlos y porque desde la última vez que tuve mudanza los chicos que nos ayudaron a bajar y a subir cajas llenas de libros aún nos hacen budú.

Últimas adquisiciones:
“La Cultura en la era de la incertidumbre”, de mi querido director de master en gestión cultural, Ferran Mascarell, otrora concejal de cultura del Ayuntamiento de Barcelona y que ahora ha pasado a mejor vida, es decir, a Conseller de Cultura de la Generalitat de Catalunya.
“El Arte. Conversaciones imaginarias con mi madre”, de Juanjo Sáez, de profesión provocador y del que ya nos leímos “Viviendo del cuento” en el que habla de una forma viperina del mundo del diseño y que os recomiendo. Ahora le toca al mundo esnob del arte, estoy deseando leérmelo!.
“Amor líquido. Acerca de la fragilidad y los vínculos humanos” de Zygmunt Bauman. Libro recomendado por Jose (atención seguidores a ultranza de sus recomendaciones!). Aunque sólo leerte la reseña ya te engancha.
“Nuestra señora de la noche” de Mayra Santos-Febres. Aún no he leído nada de ella, pero os aseguro que de este mes no pasa. Jose ya leyó “Sirena Selena vestida de pena” y le encantó. Mi primo siguió la recomendación de Jose y hasta se basó en su libro para uno de sus trabajos sobre diversidad sexual. Describen su prosa como sensual, plástica, llena de color y poesía, cómo el Caribe mismo. Nos encantó conocerla en Sant Jordi, estuvimos hablando de Puerto Rico, de la isla de Gilligam, de San Juan y el morro, de la sabrosa cocina puertorriqueña, de su música… La próxima vez que nos veamos, espero que en Puerto Rico, te hago un Bienmesabe, guapísima!.
Y como ya os dije “Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado” de Ian Gibson. Machado, uno de mis poetas preferidos, su poesía desnuda, limpia, amable, sencilla y desgarradora te llega al alma. Y la dedicatoria de Ian Gibson me emocionó. Jose le habló de Paula, nuestra sobrina de ocho años que escribe poesía y también se lo dedicó a ella. Paula heredarás este libro en cuanto puedas leerlo y comprenderlo.

Si no quieres ser como estos "- beeeee, beeeee", lee!.

sábado, 15 de abril de 2006

LA CIUDAD ABANDONADA

Me siento como Manolito Gafotas en Carabanchel Alto: todo el mundo ha dejado la ciudad para irse a la playa, a la montaña, al pueblo... todos se fueron de vacaciones menos yo.

La ciudad parece desierta, abandonada, cómo si una catástrofe se cerniera sobre ella y la gente hubiese huido a toda prisa dejando todos sus enseres en sus casas; las tiendas y los bares han quedado cerrados y hasta las plazas han sido ocupadas por el silencio más absoluto.

Al principio te entra el pánico, la angustia de pensar que te has equivocado, de que tú también tendrías que haberte marchado lejos de esta ciudad sin vida y presientes que tu decisión será fruto de malos augurios. Y buscas a toda costa viajes de última hora, hoteles en algún lugar del mundo donde descansar de la ciudad pero sin presenciar su vigilia. Y te vas al centro y te das un baño de multitud de gentes que abandonaron sus ciudades para venir a visitar la tuya. No puedes enfrentarte, así de golpe, con la ciudad muerta. No puedes asumir que la tranquilidad llegue a ti sin salir a buscarla fuera de la gran urbe…

Pero después de esas horas de pánico comienzas a integrarte en el silencio, y piensas que no está tan mal, y hasta te gusta, y decides disfrutar de la ciudad desconocida.

Y paseas por sus calles grises buscando, como Marcovaldo, alguna florecilla perdida entre el asfalto, algún pájaro sordo que instaló su nido en los árboles ruidosos de la avenida. Te pones el bañador y las gafas de sol y te adueñas de la terraza, mojito en mano, preparada para leer tendida en la hamaca, bajo el sol urbano, los cinco libros que tienes empezados:

Hawai, Bombay
son dos paraísos,
que a veces yo
me monto en mi piso,
para nadar...
lo mejor es el mar…””


Y te enteras de que los cines y los teatros no cierran en vacaciones y te entra la fiebre del ocio y te pones al día en cuatro días: aquella película que no pudiste ir a ver, aquella obra de teatro de la que tanto te habían hablado, aquella exposición a la que no habías ido porque nunca encontrabas el momento ideal para visitarla.

Te levantas tarde, lees tranquilamente la prensa mientras desayunas y piensas que tienes todo el día por delante para hacer el vago. Y tu chico te cuida y tú te dejas cuidar, y te da masajes en los pies y te hace la cena, y el amor, y no necesariamente por este orden. Y mientras paseas conversas con él sobre cine, sobre música, sobre la vida, como si estuvierais inmersos en una road movie peatonal al más puro estilo Woody Allen, sólo que no estás en Manhattan, ni siquiera parece que estés en Barcelona.

Y descubres la playa de tu ciudad, a la que siempre añoras pero nunca vas y te sorprende que tampoco aquí haya mucha gente. Y paseas por las montañas que la rodean y sólo encuentras algún desarmado paseando a su perro y que, como tú, decidió también quedarse.

Y mientras tomas un café en alguna de las cafeterías que aún quedan abiertas sientes que la ciudad te pertenece, que le has sido fiel y ella te recompensa mostrándote sus rincones más bellos, y como un amante celoso deseas que el tiempo se detenga y sea siempre tuya…

viernes, 7 de abril de 2006

¿A qué huelen las nubes?

¿Y a qué huele España?, ¿a ajo?, como dice Victoria Beckham, ¿y a qué huele ella?, ¿a chichi camuflado por un carísimo perfume francés de esos que se quedan en el ascensor durante tres días y que si coincides con la susodicha más vale que lleves la máscara de oxígeno en el bolso?. ¡Qué suerte que en España no haya rascacielos!, y que conste que no tengo nada en contra de la ex-spice girls.

Y todo esto viene porque el otro día estuve en la Embajada China sacando un visado (no, no me voy a China, era para mi jefe, que aunque trabaje en una Fundación dedicada a la arquitectura, más bien parecemos una agencia de viajes y mi jefe Willy Fog). Pues eso, que después de una hora y media de cola (como veis el tiempo de reflexión dio para mucho), salí oliendo a Restaurante Chino, con perdón.

Y entonces me pregunté si realmente nosotros también tenemos un olor característico, como decía Javier Bardem en “Jamón, Jamón” a Penélope Cruz “Tus tetas me huelen a tortilla de patatas...” (¿era así, o es fruto de mis fantasías sexuales?).¿Olemos las españolitas a tortilla de patatas y los españolitos a ajo?. Me imagino la descripción de nuestro país en una guía turística inglesa: “España. Plato típico: Paella. Bebida Típica: Sangría. Souvenir: Sombrero Mexicano. Olor a ajo”.

Porque a mi los pakistaníes me huelen a especias (curry, cardamomo...); los franceses a perfume francés (eso con suerte y sin ella...); los ingleses a cerveza (al menos los de Lloret de Mar y los que se sientan en las terracitas de las Ramblas); los italianos a Dolce & Gabbana; los alemanes a bio; los americanos, no sé, Nueva York huele a Hot Dog en cada esquina... ¿Y los japoneses?, y a mí que, como el protagonista de El Perfume, no me huelen a nada, y mira que me gustaría decir que huelen, por ejemplo, a flor de loto!.

Podríamos rizar el rizo y hacer una división de regiones o comunidades autónomas por olores: Andalucía huele a Pescaíto frito; Madrid a Cocido; Barcelona a Butifarra y mongetes; el País Vasco a Pintxos y Txacolí; Galicia a Marisco; Extremadura a Chacina Ibérica... (se admiten sugerencias).

Incluso podríamos clasificar los sitios según la hora del día. Por ejemplo, el metro por la mañana huele a coco (alguna hidratante, gel, champú, o yo que sé con este olor que se ha popularizado), y el resto del día ni te cuento. O cuando vas a la playa, huele a bronceador, protectores solares, sal... Por la noche, temprano, la gente huele a perfúmenes, que parece una competición de a ver quien deja más huella (todo el mundo tiene miedo a que le abandone su desodorante antes que el novio). Y a la vuelta... pues definitivamente el desodorante se fue antes a la cama que tú.