viernes, 12 de septiembre de 2008

Historias de Sevilla





El convento de Santa Inés
fue fundado por Doña María Coronel,
que lo levantó en el lugar donde
se ubicaba la casa de su amado.

Después de mi vuelta de vacaciones y del jet lag emocional que me produce siempre la pérdida de Jose, aún esta vez sin ni siquiera haberme movido, decido tomármelo con calma, dejar de lado las torturas psico-profesionales a las que tengo por costumbre someterme y adentrarme en Sevilla la nuit, con el propósito de entretenerme y no pensar en la terrible desdicha que me asola. Porque dentro de mis muchísimos defectos, tengo el de recrearme tejiendo el dolor de la ausencia y ahora que conozco las virtudes del pensamiento positivo, he decidido transexuarme de Penélope a Ulises y aventurarme por los mundos desconocidos de esta ciudad de misterios incomprensibles y leyendas añejas.

Semanita de Película interruptus (por la lluvia) en un improvisado cine de verano; baño flamenco de multitudes en una abigarrada plaza de San Francisco anfitriona de la Bienal de Flamenco; jueves de exposición tecnológico-arquitectónica con cortador de jamón y fino incluido…

Muy cansado el ajetreo, sí, una tiene ya una edad en la que las noches “gambiteras” son contraproducentes para su salud. Pero aunque no me sirva para culturizarme (cosa que ingenuamente durante mucho tiempo creí), ni siquiera para sociabilizarme (los sevillanos son muy acogedores si vas de turista ocasional, pero no pretendas sacarte el bono de temporada), sí que es una experiencia enriquecedora para nutrirme de historias que contaros en este blog!

Y es lo que vengo a contaros después de esta “breve” introducción.
Pues resulta que la sala de exposiciones de Sta. Inés, sita en la calle Doña María Coronel nº 5, donde el Ayuntamiento y la Consejería celebran exposiciones de arte contemporáneo, es propiedad de las monjitas del convento de Sta. Inés, con las que comparten un patio pequeñito, con un inmenso ciprés, desde el que a veces, los “modernos”, escuchan los cánticos de las monjas mezclándose con las performances y las instalaciones psicodélicas del arte pop. Sevilla ciudad de contrastes.

Cuentan los “seguratas” que por la noche las monjitas visitan las exposiciones y que una vez se quejaron de un cuadro con un impúdico desnudo y tuvieron que quitarlo de la exposición.

¿No os parece fantástico?
Me imagino a esas monjitas con sus hábitos, sayos y rostrillos, cruzando a hurtadillas el patio que separa su clausura de la contemporaneidad, como revuelo de pájaros negros, y recorriendo las salas entre risas cándidas, sorprendida su mirada barroca, nutrida de imágenes y retablos dorados, por el irreverente, provocador, a veces absurdo y casi siempre incomprensible, Arte Contemporáneo. ¿Quién no querría captar en una foto ese momento?

Pero lo mejor de todo es que las, tan de moda, visitas nocturnas y “Noches Blancas” (esas en las que se puede visitar los museos y participar en todo tipo de actividades culturales durante toda la noche), posiblemente, y sin ni imaginárselo siquiera, las inventaron ellas!