viernes, 16 de marzo de 2007

Parque Nacional de Ordesa (Monte Perdido). Cañón Añisclo, 15 de mayo de 2005


Hoy, por casualidad, he vuelto a leer una de mis libretillas donde siempre apunto cosas y me he encontrado este momento de hace dos años que he querido compartir con vosotros...

"Se escucha la cascada de agua. Hemos hecho un alto en el camino. El paisaje es precioso: unas peñas enormes; árboles y arbustos agarrados a las rocas desafiantes ante el precipicio; el agua que surge por doquier y se une en el barranco formando suaves remansos y bulliciosas cascadas donde confluyen las hojas; el contraste entre el verde y el blanco del agua agitada entre las rocas… El sol aparece y se va según se le antoja y nosotros, en este remanso, tendidos en la roca y escuchando la voz de la cascada, soñamos, Jose dormido, yo despierta. Veo las hojas guiadas por la corriente y pienso que es como una metáfora de la vida, que las hojas somos nosotros arrastrados a veces por la corriente, otras depositados en un remanso esperando una corriente que nos lleve o quedándonos para siempre en el fondo, viendo como pasan rápido las demás hojas por encima de nosotros.
Huele a limpio; a aire fresco; a agua; a hierba mojada; a romero; a regaliz… es maravilloso poder oler esto. Embriagada por el perfume pienso que me gustaría que mi vida fuese más despacio, como las hojas que se quedan en el remanso esperando que la corriente las lleve algún día a alguna parte…"